Desperté sola en la cama de Raúl, las sábanas aún tenían su olor, así que me detuve por unos minutos a percibir el espléndido aroma.
-Buenos días.- me dijo mientras se acercaba con una bandeja de comida.- Como amaneciste?
-Perfectamente.- afirmé.- No te hubieras molestado.
-Por tí, lo que sea.- Me mostró la bandeja.
-Oh!- me asombré mientras ví el pan con palta y una taza de leche.- Y tu que vas a comer?
-Yo altiro traigo el mío.
-Te espero.
A los minutos después se sentó junto a mi para que comieramos juntos. Era tan perfecto, memorable, nos reíamos de nada, y la energía fluía casi por arte de magia. Yo me atoré, y Raúl al reirse se le salió la leche por la nariz, lo que causo aún muchas más risas.
-Te manchaste.- me dijo limpiando mi mejilla.
Nos miramos con amor, con pasión, y juntamos nuestros labios de nuevo. Una vez que terminamos de comer, me apoyé sobre su pecho. Mi cabeza se movía con cada suspiró de él.
-Te amo.- dijo.
-Yo también.- respondí por inercia.
No vi la expresión que le causó mi respuesta, pero por su respiración, pude notar que se sorprendió. Tomo mi cabeza con sus manos, me volteó y me besó. Volví a posar mi cabeza en su pecho.
-Qué hora es?- pregunté.
-Las 3 de la tarde.
-Qué!?- me incorporé rápidamente para buscar mi ropa.
-Calma, me dijo, no tienes nada que hacer para mañana, así que calma.
Fue entonces cuando recordé la primera mitad de facturas que me faltaba por ordenar, el trabajo que la perra de Elizabeth me obligó a repetir, estaba muerta, más que muerta, estaba despedida...
-Me tengo que ir Raúl, lo lamento.
-Por qué?
-Tengo que terminar las facturas.
-Aún no las terminas?
-Elizabeth me borró la mitad del trabajo, y no creo que para mañana logre recuperarla.
-Te borró, como?
-Accedió a mis archivos y los borró, para ella quedarse con el puesto.
-Que perra!- Raúl aún no asumía lo que pasaba.
-Me tengo que ir, mañana te veo.
Salí de la casa cuando recordé que había dejado mi auto en el estacionamiento de mi edificio.
-Yo te llevo.- me dijo Raúl cuando volteé a buscarle para que me llevara.
-Gracias.
El trayecto fue largo y molesto, me sentía cada vez más nerviosa, cada segundo que pasaba era una pérdida de tiempo, no lo lograría, por ningún motivo.
A penas pisé mi departamento abrí mi notebook para continuar.
-Si quieres puedes irte.- le dije a Raúl mientras me refregaba los ojos.- Voy a estar ocupada.
-No quiero.- confirmó.- Quiero estar contigo.
Esbocé una pequeña sonrisa y seguí con los ojos en la pantalla.
Luego de unas 3 horas de trabajo, Raúl se puso de pie y se dirigió a la cocina. No le tomé mayor atención.
-Dónde tienes un enchufe?- preguntó desde allí.
-Junto al refrigerador, que vas a hacer?
-Ok.- se limitó a decir.
Casi cinco minutos después venía con un tazón de café, y una galletas de soda que seguramente sacó de mi alacena.
-Come algo.- me dijo con ánimo.
-No tengo tiempo para comer.- le respondí sin despegar mi mirada de la pantalla.- Necesito terminar ésto, ese puesto significa todo para mí.
-Más que yo?
No respondí.
Debió tomarlo como un sí, por que simplemente se puso de pie, y se marchó, sin decir adiós...
No tenía tiempo para llamarlo ahora, debía continuar con mi trabajo.
...
Desperté con la cabeza sobre el ordenador, tenía las teclas marcadas y me dolía mucho el cuello y la espalda. Miré la hora y aún era temprano, pero necesitaba ducharme y arreglarme para el gran evento, no lo logré. Pero me enfrentaría con dignidad a la derrota.
Tomé las llaves de mi auto, y mi notebook de encima de la mesa, para partir a mi vergüenza.
-Hola amor.- me dijo Raúl.- Como amaneciste
-Bien.- lo besé discretamente.- Tú?
-Mejor ahora que logro verte.
-Pensé que te habías enojado.
-Yo?- preguntó extrañado.- Por qué?
-Porque anoche te fuiste sin decir ni chao.
-Ángela si te dije adiós.- me asombré.
Estaba tan ensimismada que no me dí cuenta que Raúl si se había despedido de mí.
-Lo lamento.- encorvé mis labios.
-Sin problemas.
Me senté en mi cubículo, mirando el cielo como siempre lo hacía cuando no sabía exactamente qué hacer.
-Por favor!- dijo el jefe.- Todos, reúnanse acá.
-Oh no...- murmuré.
Me incorporé y me acerqué al grupo de gente que se reunía.
-La semana antes pasada.- comenzó.- Les dí una tarea a dos de mis mejores trabajadoras, Elizabeth y Ángela.- nos señaló.- La tarea era ordenar y revisar 3600 facturas. Diferentes obviamente, se tomo como un concurso, quien ganara, tomaría el puesto que he estado guardando con mucho cuidado, quien ganara, se llevaría el puesto de vicepresidente de la empresa, toda una carrera. El plazo de entrega del trabajo, era para el día de hoy, así que como el tiempo es oro, comencemos.
Elizabeth carraspeó y le mostró al jefe su notebook con los archivos que ella había logrado ordenar.
-3100.- dijo el jefe.- La señorita Elizabeth ha logrado ordenar 3100 archivos en una semana.- me miró a mi por encima de sus lentes.
Pasé adelante con mi notebook y le enseñé mi trabajo.
-2415.- susurró.
-Lo lamento.- le dije.
-Me descepcionas Ángela, con tanto talento y muy floja.
-No soy floja señor, es sólo que...
-Entonces cómo tienes ésta cantidad de facturas.- me interrumpió.
-Es que...- titubeé.- Fue Elizabeth la que me borró la primera mitad de los archivos!- me tapé la boca con las manos.
-Lo siento.- dijo Pix.- Lo prometo, no vuelvo a hacerlo.
Todo el mundo inspiró de asombro.
-Que blasfémica eres Ángela, de verdad me das pena, no tienes el valor de aceptar que perdiste, que me tienes que culpar a mí!- rompió a llorar total y absolutamente sínica.
-Yo dije que no quería escuchar más del tema. Cumplo mis palabras. Ángela, recoge tus cosas, estás despedida.- dijo el jefe.
Me paralicé, las lágrimas no me salían. Caminé derecho a mi cubículo para ponerme a ordenar.
-Lo lamento.- me dijo Raúl.
Lo abracé para comenzar a llorar desesperadamente.
-Era mi sueño Raúl.- decía entre sollozos.
-Lo sé. Desahogate. Bótalo.- me daba pequeñas palmaditas en la espalda.
Luego de unos minutos logré tranquilisarme y poder respirar bien otra vez. Raúl se sentó en mi silla, y se puso a mirar al cielo de la misma manera en que yo lo hacía.
-No puedo creer que el jefe no te creyera.- admitió.- Elizabeth es una completa perra.
No le respondí
-Saldremos adelante.- me animó.- Yo te ayudaré a bus...- sus ojos se abrieron como platos mirando directamente donde yo miraba.
Se levantó y corrió en dirección hacia la salida de la oficina. No entendí muy bien su comportamiento. Así que sólo me senté en mi silla para despedirme y comencé a guardar mis cosas. Cuando finalicé, estaba mirando al cielo y apareció Elizabeth.
-No puedo creer que el jefe sea tan estúpido como para creer mis llantos.
-Te vas a pudrir en tu propia tumba Elizabeth.- le dije sin quitar la mirada del techo.
-Eso crees?- dijo con ironía.- Bueno, con éste puesto, será una tumba de oro.
-Eso sueña...- me detuve.
Entonces la ví, estaba ahí, apuntando directamente a mi cubículo. La cámara de seguridad, la prueba que necesitaba para demostrar que Elizabeth borró mis documentos. Y ahora lo entendía, justo al lado de la salida, está la habitación de seguridad, donde se guardan los videos que graban las cámaras!
Me incorporé lo más rápido que pude, para correr a la oficina del jefe.
-Espera, no puedes entrar así como así!- me dijo Verónica.
Aún así, abrí la puerta hasta fondo y de inmediato noté que Raúl estaba ahí, señalandole la cinta al jefe.
-Entiendo.- dijo con voz seria y segura.- Verónica, llame a Elizabeth.
Sonreí de la emoción. Raúl me acompañó.
Cuando llegó Elizabeth, me miró con cara triunfante.
-Elizabeth, que despedida de ésta empresa por fiasco y sabotaje.
Elizabeth abrió su boca y sus ojos como platos. Intentó protestar pero no pudo, no tenía nada que decir.
-Ángela, el puesto es suyo.
-Si!- grité y abracé para besar a Raúl.- Muchas gracias don José, jamás lo defraudaré.
Salí de la oficina y subí directo a la terraza. Necesitaba aire.
Prendí un pucho y miré el cielo, el mismo cielo que cuando tenía 22, el mismo cielo que cuando lloraba por mi corazón roto, ahora reparado por Raúl.
Todo lo que yo alguna vez necesité fue una Pix que lograra ayudarme. En cierto modo creo que cada uno tiene su propia Pix, su pepito grillo, su propia conciencia que les dice que si se tienen 22 o 29 años, se puede amar, se puede triunfar y por sobre todo, se puede ver a colores. Siempre.
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