A borbotones botaba agua por los ojos, y me quejaba por mi maldita vida. Por una jodida decisión que me terminó arruinando la vida al final.
Justo cuando pensé que no podía decirle que no a esos ojos tristes que me miraron en mi apartamento, lo hice.
Justo cuando pensé que no podía ser una peor persona, lo fui.
¿Y mi solución? Desaparecer.
Pisé el freno y el auto reaccionó con un violento movimiento que espantó a la mayoría de los transeúntes, que me clavaban un montón de miradas como si estuviera inserto a una estalactita.
Cerré mis ojos, y esta vez, más lento, fui a un mirador que David me mostró una vez.
Estacioné mi vehículo y me perdí entre los árboles, y la espesa frondosidad del cerro.
Increíblemente el cielo habló, rugió como la enorme bestia que es, y seguido de un mar de lágrimas, inundó rápidamente las calles de la ciudad.
La gente con los hombros encogidos corría metros abajo de mi posición, mientras yo saboreaba cada gota que tocaban mis labios. Rememorando, con mis ojos cerrados, todas las situaciones en la que me veía con Debbie.
Miré el negro cielo que me cubría, tal y como estaba el primer día que llegue acá.
No contuve mis sentimientos y grité. Mi estómago se sentía mejor liberando tantas malas emociones mediante mis alaridos.
No importaba mucho si me escuchaban o no -lo que era complicado, porque no se veía nadie en kilómetros a la redonda, y mis quejidos se confundían con el sonido de los truenos- nada importaba mucho ahora.
Me recosté en el césped, y percibí con cada neurona de mi cuerpo la textura de mi suelo. Comencé a escuchar como nunca antes, el sonido de las gotas al golpear la hierba. Suspiraba acorde mi corazón se sentía cansado por mis perennes lamentos.
Abrumado por la complejidad de mi situación hice lo único que sabía hacer cuando algo dolía. Dormí.
Fue así que comencé a oír una voz muy familiar, una voz necesaria. Abrí mis ojos, y ya no estaba en Los Ángeles, no más. Me encontraba en mi casa, o al menos el último recuerdo de ésta antes de irme.
-Jack, bebé.
-¿Maggie?- se me llenaron los ojos de lágrimas. La extrañaba tanto.- ¡hermana!- me abalancé sobre ella para abrazarla.
Al responder mi abrazo me sentí tan lleno, tan en casa, tan completo. Era el perfecto sortilegio para seguir viviendo.
-Jack, estoy acá porque me necesitas.- me dijo al oído, sin soltarme.
-Te necesito demasiado, sin ti las cosas han sido tan complejas.
-Pero yo sé que tu puedes hacerlo hermano, eres más fuerte que yo.
-Eso no es cierto, no puedo con ésto.
-Claro que puedes amor, solo escucha a tu corazón.
-No me vengas con esas cursilerías Maggie; sabes que no creo en eso.
-El reflejo de tu corazón, es lo que haces en cada canción. Esa el es la verdadera voz de tu interior.
-Estoy enamorado de un hombre Maggie. Y dejé a mi ex novia por él.
-Ambos cometieron errores, Jack. No tienes toda la culpa.
-Y ¿qué hago ahora?
-Ya te dije, escucha la voz de tu corazón. Libérate de las ataduras, y sé libre por un tiempo.
Era lo más justo, si tengo que elegir entre ambos, simplemente no elijo y ya. Las cosas serían mucho mejor luego de que las cosas se calmen, y el tiempo apague tanto dolor que ahora hay en nuestras vidas.
-Te amo hermana, te extraño mucho.- volví a abrazarla.
Maggie me arrulló hasta que abrí mis ojos en un claro día de vuelta a la realidad. En silencio, y un poco más aliviado, busqué mi auto para dirigirme a mi departamento.
De camino, las cosas parecían menos violentas, e incluso un poco más agradables; sin embargo podía probar la amargura de mis mentiras aún.
No tenía idea de la hora que podía ser, pero tenía mis llaves, y si Víctor no estaba, lo esperaría, hasta poder hablar con él cara a cara y calmadamente.
La puerta sin cerradura, Víctor estaba; tomé una bocanada de aire y corrí la manija para entrar. Adentro estaba vacío. Pero en la cocina se oían dos voces. ¿Quién estaba?
-Necesito que lo lea.- dijo Ashley mirándome una vez que me asome por el marco de la puerta.- Jack.- asentí en signo de saludo.
Ashley estaba acompañada por Víctor y David qué mi miraban perplejos.
-Hombre, ¡te vez horrible! ¿dormiste en el suelo?- David incluyó un pequeño gesto para hacer entender a lo que se refería.
-Amor, ¡me tenías tan preocupado!- Víctor me besó, y Ashley bajó su rostro; a David pareció no importale.
Ashley carraspeó para llamar mi atención. Tenía un papel en las manos; supongo que a eso se refería con la frase que usó cuando entré.
-¿Qué es eso?
-Una carta, de Debbie.
-¿Por qué no vino ella a dejármela personalmente?
-Porque se fue ésta mañana; durante la noche empacó, y a penas pudo, llamó un taxi con dirección al aeropuerto.
-¿Se fue?- me asombré que haya escapado tan rápido.
-Ella... ella estaba muy dañada.- Ashley parecía escoger cada palabra con cautela.- todo el numerito la dejó bastante mal. Creo que es lo mejor para ella que esté sola. De cualquier manera, me pidió que te diera ésto antes de marcharse.
Recibí el sobre, fingiendo desinterés, aunque no lo abrí.
-Muchas gracias Ashley, ahora si quieres puedes irte.
La expresión en la cara de mi ex cuñada era de impresión; estaba siendo grosero, pero sentía que mi noticia era mucho más importante, y necesitaba decírselo a mi mejor amigo, y mi novio.
-Adiós David; fue un gusto Víctor.- tomó su cartera y se fue indignada. Los vidrios retumbaron con el portazo que dio.
Volví a tomar una bocanada de aire para contar ésto.
-Me voy.- lo lancé sin preámbulos.
-¿¡Qué!?- ambos quedaron pasmados.
-Necesito pensar, liberarme de ti Víctor, extrañarte. No quiero dañarte, pero me duele mucho dejar a Debbie así.
-Dijiste que no sentías nada.- Víctor miraba al suelo.
-Eso creí, pero verla anoche me hizo recordar tantas cosas.
-Te dí los últimos cinco años de mi vida, ¿y me los tiras en la cara así?- me miró. Sus ojos parecían dos pequeñas esferas de cristal. Su expresión era amarga, me calaba los huesos.
-No intento hacer eso.- hablé con dificultad.- Nunca te haría daño Víctor.
-Pues, lo estás haciendo.
Se levantó, fue a nuestra habitación por su delantal y se fue.
-¡No me esperes de vuelta!- dio otro portazo.
Me cubrí los ojos de la vergüenza; y de pronto sentí como David me había abrazado, e intentaba arrullarme.
-Vete.- lo miré y me sonreía.- Siempre te he dicho que tomes buenas decisiones. Ésta es la mejor que podrías pensar. Toma tus cosas, y vete. Yo cuidaré de Víctor.
-Te amo amigo.- lo abracé y me fui directo a mi habitación.
Saqué una maleta, y puse un poco de ropa, mi cepillo de dientes, y una playera utilizable como pijama.
-Ten cuidado, espero tu regreso.- aún tenía esa imperceptible sonrisa cuando atravesé la puerta de la cocina.- Te amo Jack.- oí su suspiro antes de cerrar la puerta.
Abajo, estaba Karen pasmada y me llamó cuando pasé por la recepción.
-¿Pasa algo?
-Su chico, Víctor, se fue muy mal.
-No te preocupes Karen, está todo bien.
Pareció comprender lo que sucedía y preguntó:
-¿Lo volveré a ver pronto?- con su labio un tanto arqueado.
-Me volverás a ver.- le sonreí tiernamente y me volteé para salir por entre las puertas de vidrio.
Dejé mi maleta atrás y me monté en mi auto para adueñarme de la carretera.
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