Era la primera vez que salía de Hackensack, tomamos bastantes caminos antes de llegar a la 80, cruzamos un enorme río, y luego llegamos a lo que parecía ser tierra firme. Con Jack nos dirigíamos hacia Nueva York, que estaba a unas cuantas millas del pueblo, y pensabamos ver cómo era la vida en la gran ciudad.
-Abrochate el cinturón.- le dije.- Si nos ve algún oficial, no pasaríamos de Teaneck, y pretendemos llegar a Nueva York o no?
-Tienes razón.- me dijo, y me besó. Irresponsablemente lo tomé la cara para seguir besándolo, y el no notó que con la curva que estábamos pasando, el auto se pasó a la vía contraria. Abrí los ojos, y miré la camioneta que venía delante de nosotros, haciendo soñar la bocina.
Detuvimos el auto y comenzamos a reir de los nervios, y de lo exquisito que había estado ese beso. El conductor nos gritó a lo lejos "Par de calientes, aprendan a controlarse", y Jack de inmediato le levanto el dedo de al medio para demostrarle su respuesta, causando muchas más risas.
Cuando llegamos a la ciudad, buscamos un lugar totalmente desconocido para estacionar el auto, y comenzamos a caminar.
Vimos el atardecer en la asotea de un edificio, y que maravillosa vista entrega la costa este.
En la noche, yo estaba mareada, con tantas luces y anuncios publicitarios, fuimos a la gran manzana, y el ambiente era estupendo. No hay sitio mas encendido un día viernes en la noche, que la ciudad de Nueva York.
Caminamos por la calle Broadway, disfrutando cada paso que dábamos; reíamos por absolutamente todo, y la gente notaba de inmediato que no éramos de ahí.
Pasamos a un bar cualquiera, tomamos unos cuantos tragos, y comimos algo pequeño, luego nos dirigimos hacia Central Park, donde nos sentamos en el césped.
Cada cinco minutos Jack se levantaba para besarme, y en un momento, el movimiento, al parecer, lo mareó, por que abrió los ojos como nunca, y me miró como si no me reconociera.
Las risas comenzaron a fluir desde entonces, y con los tragos, la noche de pasión fue inevitable, y una habitación de hotel, cuyo nombre no logro recordar, fue testigo de nuestro amor.
Cuando despertamos, ambos teníamos una jaqueca terrible, y no podíamos recordar dónde estacionamos el auto. Sin embargo, después de caminar unas 3 horas, lo encontramos sano y salvo, sin los espejos retrovisores.
Para Jack hasta los momentos más terribles, son valiosos.
"Se aprende mucho más de un fracaso que de un triunfo", me repetía siempre.
Volvíamos a Hackensack en silencio, no había necesidad de decir algo, nuestras mentes se conectaban en aquel momento.
Jack Carlton se había vuelto mi mejor amigo, mi compañero de vida, mi amante, mi novio; Jack Carlton, era mi vida...
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