sábado, 13 de marzo de 2010

Ocho.-

Entré en mi departamento con la sensación de no tener suficiente aire en los pulmones después de tanto sufrimiento. Una vez acurrucada en mi sillón con el pijama me tomé las rodillas con el antebrazo y encendí el televisor solo para mirar imágenes vacías. No entendía lo que miraba y tampoco pretendía entenderlo.

Las lágrimas fluían por mi rostro y yo ni siquiera asimilaba que estaba llorando. Una vez cansada de llorar me levanté a buscar una cassatta de helado que guardaba en mi refrigerador en caso de emergencia.

Busqué la revista del cable por todos lados y no la encontré.

-Nunca la encuentro cuando la necesito.- me repetía refunfuñando cuando la avisté bajo el sillón.

Me recosté al frente del sillón para sacarla y vi el paquete… Era el regalo de Raúl que me había entregado casi una semana atrás, el regalo que boté luego de que Jorge me invitara a bailar. Con dificultad lo saqué y lo abrí rápidamente.

Era un pedazo de papel con una baratija artesanal que se podía usar como anillo… y era lo más hermoso que jamás me habían regalado.
“Éste anillo no es nada comparado con todo lo que siento por ti”.

Las lágrimas caían de nuevo por mis ojos, pero no por pena, si no por felicidad, eran lágrimas de emoción.
Inmediatamente busqué mi celular para llamar a Raúl y decirle cuanto lo sentía y que aunque no me amara más, que me perdonara, que no podría verlo a la cara sin saber que me perdonaba.
Pero no contestó mis llamadas… Y era terriblemente entendible, ni yo misma me perdonaría, era una perra…
Fui a mi notebook, a revisar el trabajo que aún me faltaba, y me quedaba poco… para terminar la mitad final; aún tenía que hacer toda la primera mitad por culpa de la perra de Elizabeth, pero creo que me lo merecía, después de todo, fui una perra con Raúl también.
Entre a mi cuenta de facebook.

-Que estoy pensando?- susurré.- Lamento ser una perra.- dije mientras escribía eso.

Me acurruqué en mi cama sin ganas de avanzar en el trabajo, no lo lograría. Sin ganas de llamar a Raúl, no me contestaría. Sin ganas de llamar a Violeta ni a Daniela, porque no tendrían cómo apoyarme.
Ahora sólo tenía que quedarme ahí, con la vergüenza de la derrota…

-No progresaste nada, no es así?- escuché
-Ah?- dije mientras me concentraba en recordar quién era.
-Toda una semana de distintas experiencias, para nada?
-Pix?
-Y quien más sería?- dijo mientras me acarició la cara.
-Se supone que estabas dentro de mi…- pregunté con asombro.
-Se supone…- afirmó.- Pero ahora me necesitas más que nunca.
-No te necesito. Dejaste mi vida hecha un desastre.
-Lo sé, y lo lamento.- sus palabras fueron sinceras.
-Te perdono, pero no creo que puedas hacer mucho por mí en estas instancias, no tengo nada más que hacer.
-No tienes nada más que hacer porque tú no quieres hacerlo.- me aclaró.
-No puedo hacer nada!
-Si puedes Ángela. Eres una mujer independiente, valiente, sabes salir adelante.
-Y que hago?- dije con terquedad.- Raúl no me perdonará por la manera en que lo trataste tú, y lo amo, como se supone que viviré así?
-Estás teniendo esa actitud de nuevo!
-Y que actitud debo tener.
-Ángela.- me dijo con un rostro inescrutable.- Eres fuerte, puedes hacerlo, piensa cómo.

Desperté acurrucada en mi cama, con los ojos hinchadísimos para notar que no había dormido más de treinta minutos.

Vino como una luz todo, como un flash de fotografías, recordé mi vida en un segundo, y creí ver lo que aún no había visto, millones de caras, millones de voces que gritaban y me hablaban al mismo tiempo.

Ahí lo entendí, debía tomar cartas en el asunto, no debía quedarme rendida ahí, tenía el deber de ir a ver a Raúl, y en su cara pedirle disculpas.

Decidida me vestí para salir, abrí la puerta de mi departamento y ahí estaba él, con la mano empuñada para tocar.

-Leí lo que escribiste en facebook.- dijo mojándose los labios.- Te creo.

No pensé dos veces y me abalancé contra él a besarlo. Fueron los mejores segundos de mi vida. Respondió a mi beso acariciando mi cabello mientras yo tocaba su perfecto cuerpo.
Se quedó conmigo durante toda la noche…

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