lunes, 8 de marzo de 2010

Siete.-

Cuando desperté, estaba sobre la cama, con la ropa del día anterior, y olía mal, por suerte eran las 5 de la mañana y logré ducharme y hacer todo a tiempo.

Ahora todo se veía mucho más claro, me sentía bien, me sentía jóven, los comentarios de los demás no importaban, ahora podía ser yo misma, ahora podía cantar en la ducha de nuevo, ahor podía mirar en colores, ahora tenía 29 años, los que siempre quise tener, ahora era feliz.

Llegué a la oficina saludando a mucha más gente que de costumbre, me sentía sociable, contenta.
Me senté en mi cubículo para continuar avanzando lo que quedaba, era bastante posible poder completar ésta meta, poder lograrlo era sencillo, sólo necesitaba trabajar con pasión.
En la hora de almuerzo no pude evitar tomarme unos minutos, para poder despejarme de la pantalla de mi notebook, y del ordenador y tomar un poco de aire.

-Verito, vino Raúl hoy?
-En la mañana estuvo aquí, pero tuvo que marcharse por ir al dentista, creo que le sacarían los frenillos.
-Oh genial, y volverá?
-Creo que como a eso de las cinco, para venir a buscar sus cosas, las dejo aquí.
-Genial.


Podría esperarlo definitivamente y decirle que me acompañara a la película que habíamos planeado. Miré el reloj, y aún me quedaba media hora de almuerzo, subí a la terraza del edificio, cosa que no hacia muy a menudo para prender un pucho...

El cigarro calló de mi boca, por el asco que sentía en ese momento con esa escena frente a mis ojos, el encendedor debió ser lo que sentí golpearse en el suelo, el papel no hacía ruido al caer.
Ambos me vieron y se soltaron de inmediato, Elizabeth esbozó una sonrisa de triunfo, arreglandose el traje que se le había desordenado un poco ante tan apasionado beso que compartía.

-Angela!- exclamó Jorge.- Creí que estarías abajo.
-Creiste mal Jorge.- dije en un inútil intento por eliminar el agujero en mi pecho.- Parece que estoy interrumpiendo algo aquí, mejor me retiro, fumaré mi pucho abajo.- dije y agaché mi cabeza para encontrar con la vista mi cigarro y el encendedor.
-Esto no es lo que crees Angela.- replicaba tratando de arreglarlo.
-Esto es exactamente lo que creo que es, ahora si me permiten.
-Déjala que se valla, sigamos con ésto amor.- dijo Elizabeth con un claro tono de superioridad.

Me di la media vuelta y comencé a bajar las escaleras, sentí los pasos de Jorge atrás mío siguiendome.

-Angela, por favor, te vas a poner celosa por eso.- me dijo tomandome del brazo.
-Eres un completo imbécil.- le aclaré con una bofetada con mi mano fuerte.

Él se quedo ahí, con la cabeza hacia un lado, sin moverla. Yo seguí caminando mientras la pena comenzaba a inundarme.
Entré en mi cubículo con un dolor enorme, mi corazón no estaba, y en mí gritaba por la ayuda de Pix, pero sabía que jamás volvería. Sólo me limité a seguir trabajando, para distraerme, sin embargo era inútil, todo me recordaba esa imagen, de ambos juntos, del que creí el indicado, besando a esa golfa de tercera...

Eran exactamente las cinco con 19 minutos cuando me levanté para buscar un poco de confort al baño y lo ví, por un momento sonreí por lo perfecto que se veía.
Llevaba su pelo rubio, suelto, jamás lo había llevado así, y los lentes se los había quitado. Su camisa tenía abiertos los tres primeros botones, que mostraban que había trabajado sus pectorales en algún momento. Sonrió con relucientes y blancos dientes, exquisitamente ordenados. Llevaba sus cosas en las manos, y estaba despidiendose de Verónica.

-Raúl!- le grité.

Me miró con indiferencia, y se marchó...
Solo así, se marchó...
¿Que le había hecho yo para que me tratara así?
Siempre fuí amable, y siempre lo traté bien.
Las lágrimas comenzaron a caer de nuevo por mi cara, y de la verguenza volví a mi cubículo. Luego de unos minutos sono el celular.

-Ok, hay que decidir, dónde nos juntaremos?- dijo Violeta
-Juntarnos para qué?- pregunté con la voz entrecortada.
-Hello!- dijo Daniela.- Valentine's Day, hoy a las 9?
-Lo siento chicas, hoy no tengo ánimos de películas de amor.- corté.

Cerré el notebook y me recosté sobre mi escritorio con la esperanza de dormirme, y pensar que todo ésto era sólo un sueño, que no era real, que despertaría el día anterior de mi cumpleaños con la oportunidad de poder no pedir el deseo de Pix.
En vez de eso, soñé un extraño día de trabajo, donde trataba mal a todos, donde era excesivamente superficial, y donde, por sobre todo, hería a Raúl, el que estuvo siempre ahí para mi, apoyándome, cuidandome las espaldas.

Me despertó Verónica, estaba por cerrar la oficina, y ya no había nadie en ella. Me apresuré en guardar todo y marcharme a casa...

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