lunes, 20 de diciembre de 2010

Cinco.

-¡Feliz cumpleaños mi amor!- me estaba despertando la mejor voz en la tierra.

No me sabía todo a realidad, así que me negué a abrir los ojos por miedo a encontrarme en aquel almacén de mobiliario, con David mirándome fijamente, y una atestada multitud alimentando su morbo conmigo.

-¿Estás despierto o no?- escuché decir de nuevo a esa exquisita voz.

¿Era ésto cierto?, ¿realmente Debbie había viajado a Los Ángeles para visitarme? Me puse a pensar en las posibilidades; lo más probable era que ya no estuviera en la tienda de muebles, y que ahora estuviera en un hospital, con varios días dormido, mi cumpleaños se habría acercado y eso le había dado un tiempo a Debbie para viajar desde Hackensack. Después de todo, quizá David le había mencionado sobre mi desmayo, y con lo hermosamente preocupada que era, habría necesitado verme.

-Creo que está durmiendo.- susurró mi chica. Abrí los ojos y todo se volteó.

No estaba en un hospital, estaba en mi habitación en Hackensack, pero no era precisamente como yo la dejé, era mi habitación de hace un año atrás... o eso creo. Aún así, estaba Debbie mirándome fijamente, y mi hermana a su lado con una pequeña sonrisa en su cara. La cara de mi novia se iluminó para cuando abrí los ojos, y sin esperar más, se abalanzó sobre mí, y me besó con gran pasión.
Si había algo más reconfortante que el brillo de su cara, era el sabor de sus labios, y su olor. Siempre pensé que debía de tener una especie de hormonas que liberaba, hechas exclusivamente para mí.

-Hola mi amor.- le dije con dificultad ya que tenía sus labios encima de los míos. Aproveché la oportunidad y le devolví el beso. Vi como mi hermana se incomodaba mirándonos disimuladamente por entre la pared y la puerta.- ¿Qué sucede?

Debbie enarcó una ceja.

-Te acabo de decir.- era ridículo explicarlo.- olvídalo.

Me miró aún con la ceja arqueada, pero luego sonrió y volvió a besarme.

-Hoy será el mejor día.- me dijo entre los besos que compartimos.- pero ahora, vístete y nos vemos en tu sala de estar dentro de quince minutos.
-Esta bien.- ensanché mi sonrisa involuntariamente.

Obedecí, e incluso en menos tiempo estuve en el recibidor de mi casa vestido sencillamente, aunque con los dientes cepillados y el pelo peinado.

-¿A dónde iremos?
-¿A dónde crees tú?- me hizo adivinar, sin embargo, yo sabía.
-¿Nueva York?- dije con volumen bajo, por temor a equivocarme.
-¡Exacto!- levantó ambas cejas para decirlo, y esbozó una amplia sonrisa.

Durante el viaje, y el paseo por Nueva York me llevó por Central Park, me consintió con todos lo dulces que yo quise y luego entramos a un lujoso restaurante; tras notar que ambos estábamos incómodos en el local, nos marchamos sin consumir nada, excepto por el mini pan, y luego acudimos a un centro de comida rápida. Dos hamburguesas eran suficientes según ella.

-Después iremos al Período Uno a comer más.- me aclaró.

Y así fue, el viaje de vuelta a Hackensack parecía eterno, pero cuando por fin llegamos al conocido bar del pueblo, me sentí como en casa.
Solo entonces recordé que era demasiado extraño estar viviendo ésto de nuevo. Recapacité mi idea de que la llegada de David haya sido sólo una creación de mi mente, y que en realidad nunca llegué a Los Ángeles, pero me negué a creérmelo, porque eso implicaría que estoy absolutamente loco.

-Escucha, ¡es nuestra canción!- exclamó Debbie con entusiasmo, mientras saltaba a la pista de baile para moverse al compás de la hermosa balada.

La acompañé y de inmediato, como impulsada por una fuerza magnética más fuerte que cualquier cosa, se apegó a mí. Encajábamos perfectamente el uno en el otro. Su cuello a la altura de mi hombro; mis manos en su cintura, y sus brazos enganchados en la mía. Cerré los ojos para disfrutar de su aroma. El perfecto sortilegio que me devolvía la vida en los momentos más difíciles.
Comencé a tararear la canción en su oído y se estremeció por un repentino ataque de escalofríos.

-¿Estás bien?- la alejé para verle la cara.
-Perfecto. Es sólo que me encanta que me cantes al oído.- me sonrió.

La volví a presionar contra mi cuerpo, y la chica en el escenario continuó entonando "Will you still love me tomorrow?".

-¿Seguirás amándome mañana?- no estaba cantando, me lo estaba preguntando.
-Tendrían que arrancarme el corazón para no hacerlo.
-¿Para siempre?
-Para toda la eternidad.
-Prometo que jamás te abandonaré Jack, jamás te dejaré en la pista a la mitad de una canción.
-Juro, por mi vida, que siempre te amaré.

Sellamos la canción con un apasionado beso; aquel que nunca olvidaré.

-¡Jack!- escuché de pronto.

Entonces todo se hizo borroso y caí en la cuenta de que otra vez tenía esos sueños/recuerdos.

-Jack, vamos hombre, quédate conmigo.- era David el que hablaba.
-Está despertando.- dijo otra persona.
-Jack, ¿puedes oírme?

Sí, lamentablemente te oigo David, pero no quiero hacerlo. No quiero despertar, quiero quedarme para siempre en éste exquisito momento con la única persona que necesito en verdad. Debbie, te amaré mañana, y por siempre...

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