martes, 14 de diciembre de 2010

Cuatro.

-Aún la extrañas, ¿eh?- eso sonó más como una afirmación que como pregunta.
-Si.- me costaba hablar sin sollozar.
-Entiendo.- guardó silencio.

Los ojos me pesaban de una manera increíblemente incómoda; aún así, no era sueño lo que sentía. Me escocía la vista, y no era porque me molestara el ambiente.

-Mi corazón duele.- admití. Entonces rompí en lágrimas.

Entre suspiros y gemidos, exclamaba su nombre, y pedía por ella, la necesitaba a mi lado; lo quisiera o no, Debbie lo era todo para mí, y la decisión de abandonarla me dolió mucho más a mí que ella. Porque yo tuve que quedarme con el amargo sentimiento de que tuve la oportunidad de mantenerla a mi lado, y no lo hice. Yo tenía en esos momentos esa culpa de haber tomado la decisión incorrecta para ambos.

-Escucha Jack.- me dijo David una vez que me había calmado.- Sólo escucha.- esperó.- Yo no intento regañarte; pero quiero que tengas clara una sola cosa: yo jamás te puse una pistola en la cabeza para que te vinieras conmigo a Los Ángeles, si quieres volver, estás en todo tu derecho. Sé que ahora todo te sabe a desilución y amargura, pero dentro de un tiempo las cosas mejorarán, y de a poco te irás acostumbrando. Ahora, si no quieres correr el riesgo, ten.- me alargó una llave plateada y larga que parecía ser de un automóvil.- Lárgate. Pero luego no quiero que vuelvas pidiéndome una segunda oportunidad, porque no te la daré. Debes entender que esta industria es feroz, y no te permitirá equivocarte como lo haz hecho hoy; aún no puedes darte esos lujos.- esperé a que terminara de hablar. Tomé aliento para decir algo, pero agregó.- Lo de hoy no puede repetirse bajo ninguna circunstancia.

-Entiendo David.- le interrumpí.- Sólo dame tiempo para acostumbrarme. Además, yo jamás te pedí ayuda con mis berrinches de niño chico.
-Pero, no puedes juntar tus emociones con tu trabajo, en ningún lugar del mundo eso es aceptado.

No respondí. Sólo seguí llorando hasta que él se levanto de la silla reclinable y me dio las buenas noches para despedirse.
Aún mirando la vida en la ciudad, todo me sabía a pura ironía. Todo un mundo en movimiento, y yo incapaz de contraer mis músculos para ir en auto toda la noche hacia Hackensack.
Recordé tantas cosas que pasamos juntos; en ese momento me sentía tomando un libro y leyendo todas nuestras vivencias.
Mi labio inferior tiritaba y mis cejas se arqueaban mientras las lágrimas eran incontenibles. Si cerraba los ojos, aparecían. Si los mantenía abiertos, escurrían aún con más frecuencia.
Me dormí entre quejidos, para recordarla en un sueño otra vez. Ésta vez recordaba la noche que visitamos Nueva York. La vez que me volví un hombre, y ella una mujer. Ese perfecto momento de confianza absoluta, de sincronía innata.
De alguna manera, sabía que todo era un sueño, y mi mente, por alguna razón, lo repitió una y otra vez, sin dejarme tiempo de analizarlo realmente.
Para cuando desperté, estaba cubierto con una manta, pero mis pies estabas descubiertos y helados. Estaba aclarando, la ciudad ya no emitía toda esa vibra nocturna; la vida se apagaba.
Bajé del segundo piso a la cocina a beber un vaso de agua y luego volví a la cama. Lo único que me comprobó que David dormía, fueron sus potentes ronquidos retumbantes en toda la casa. ¿Cómo es que no los había notado antes?
Me llevé el vaso a mi habitación y me lo acabé acostado en la cama. Mi sueño pudo conmigo, y acabó por noquearme para cuando deje el vaso sobre la mesa de noche.

-Jack.- susurró David a mi oído.- debemos ir a tu encuentro con la agente de bienes raíces.- me zarandeó débilmente.- recuerda que tenemos que encargarnos de elegir el amueblado.
-Lo sé.- mascullé.
-Entonces levántate.

Se retiró de la habitación y juro que no sentí que alcanzaran a pasar dos segundos cuando escuché de nuevo.

-¡Jack te estoy intentando despertar desde hace una hora, por favor ponte de pie si no quieres que yo elija los muebles de tu casa!- gritaba desde la puerta.

Abrí los ojos como platos y me puse de pie enseguida.

-¿Una hora?- me extrañé.

Se movió para dejarme ver el reloj que daba hacia el pasillo, y que señalaba exactamente las dos y treinta de la tarde.

-¡Demonios!- busqué algo sencillo para ponerme y lo use. De inmediato abandoné mi habitación, y en menos de cinco minutos estuve sentado en el asiento del copiloto del auto verde de David.

Durante el camino, David me miraba con recelo; parecía estar un tanto resentido por lo de anoche.

-Lo siento.- murmuré sin mirarlo a la cara.
-¿Y eso por qué?- tampoco me miró. -Porque sé que te tomas todo ésto muy enserio, y yo siempre arruino las cosas con mis llantos y sentimentalidades; créeme que intento, pero no puedo contener éste dolor. El tiempo arreglará las cosas, eso lo sé, pero no me da derecho a detener una canción a la mitad de la grabación. No volverá a pasar, te lo prometo.
-Entiendo.- dijo inexpresivamente sin quitar los ojos del camino
-¿Seguro?
-Jack.- ésta vez me miró.- No te preocupes.- me sonrió y me sentí mucho más tranquilo. Era una sonrisa sincera.

El ajetreo de la elección de mi amueblado fue bastante duro. Tuvimos que recorrer unas cuantas galerías para variar en opciones, colores y precios. Sin embargo, para nada me arrepiento de la decisión que tomé, y tenía exactamente pensado qué hacer, y dónde poner cada cosa en mi departamento.
La emoción de verlo equipado con el mobiliario me hizo sentir hormigueo en el panza. Fue ahí cuando noté la extraña sensación que se le sumaba a los nervios. Era un agudo dolor en la boca del estómago, un vacío insoportable. Entonces me sentí mareado.

-David.- le tomé el hombro.

Él se volteó para mirarme, estaba conversando agradablemente con el vendedor.

-¡Oh! Jack.- su gesto cambió totalmente. Incluso el vendedor parecía asustado.- tienes un aspecto de los mil demonios.
-¿Tan mal?-hablaba con dificultad, el dolor me impedía hacerlo con mayor dicción.
-¡Estás pálido hombre!- exclamó y me tomó mis dos hombros con sus manos.- ¿Has comido algo?

Al parecer eso era, fatiga.

-No, nada, desde el desayuno de ayer.- sonreí mientras lo veía tres veces.
-¡Demonios Jack!- parecía enojado.
-Lo siento.- el sonido de voz se multiplicó y luego sentí un enorme alivio.

No ví nada más, al parecer mi ojos estaban cerrados, aunque ya no sentía esa pesadez en mi torso. Escuchaban murmullos en la lejanía y mi cuerpo se sentía como bajo el agua. Pesaba demasiado para moverlo. Pude escuchar a David gritar, aunque no entendía qué es lo que realmente decía.
Al parecer tenía energías para abrir los ojos, pero al hacerlo, fue peor. Las sombras eran ahora mucho más difusas y sentía que mis pupilas miraban en todas las direcciones al mismo tiempo. Todo borroso.
¿Me estaba muriendo de inanición? ¿Era realmente así cómo acabaría todo? Que lástima.

-Debbie, te am...- intenté decir; luego no supe nada más de la realidad.

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