jueves, 9 de diciembre de 2010

Dos.

Como un niño pequeño, mi vista rebotaba en los ojos de David y de Harold Jenkins cada vez que intercambiaban una oración. Era como mirar a mis padres discutir en la mesa. Ambos de pie, y yo encorvado y muy callado solo me limitaba a comer de mi plato, mientras mi hermana me acariciaba el tobillo con su empeine por debajo del mantel.
La diferencia es que ahora no discutían por algo inútil, como por ejemplo sobre quién miraba más televisión. Al contrario, era de suma importancia lo que se hablaba en esa improvisada reunión.
Harold Jenkins era un conocido dueño de una poderosa disquera, y David había trabajado numerosas veces con él en el pasado, así que se entendían lo suficiente como para insultarse como si realmente fueran los peores enemigos; y lo que discutían nos concernía a los tres.

-Te voy a explicar como funciona.- me dijo Harold con su gruesa voz.- Aquí sólo hay espacio para tres tipos de personalidades: la primera -y la que se lleva todo el crédito y la fama- la personalidad con talento. La segunda -la que se lleva el veinticinco porciento de las ganancias- la personalidad fuerte que puede pelear para defender a la personalidad con talento. Y finalmente, pero no por eso menos importante, la personalidad con voz de mando -la que se lleva el otro veinticinco porciento de las ganancias- aquella que puede, y tiene, que tomar decisiones por las dos otras personalidades, para así impulsar al talento, y ovbiamente, los papeles verdes.

Me quedé asombrado. Harold me agradaba, tenía un aspecto bastante amargo, pero con su extraña voz de papá Noel, y la panza que le hacía juego, el hombre resultaba bastante más cordial de lo que aparentaba.

-Exactamente por eso te estoy diciendo mi querido cerdo sin tuercas en el cerebro.- David rompió el silencio, y mi análisis físico del viejo.- Tienes acá a las tres personalidades que necesitas. Jack tiene talento... osea, me refiero a que... mucho talento.- cuando dijo eso, parecía ebrio, por lo que no pude evitar sonreir.- Yo sé manejarme en el medio, soy feroz como una gacela.- Ok, ahora ésto era extraño, ¿David estaba ebrio?
-Las gacelas son presas, idiota.- con el señor Jenkins reímos fuertemente, sin embargo, su poderosa carcajada apagó la mía, y pareció que solo él hubiera reído de un chiste que no pasaba de ser bueno.
-Entonces.- pensó mi acompañante con los ojos un poco desorbitados.- Soy feroz como un tigre.
-Algo así.- dije por lo bajo.
-Y tú, cerdo estúpido.- continúo David, ignorándome.- Tú eres el presidente de tu disquera, tienes esa personalidad innata.

David abrazó al viejo, y ambos miraron a un horizonte que no existía mientras señalaba con su mano derecha:

-Jack Carlton en concierto. ¡Sold out!- exclamó.

Entonces las risotadas del momento se acabaron, el viejo se lo estaba pensando, y el ambiente de pronto me supo a tensión y un nerviosismo puro. Crucé los dedos por debajo de la mesa.

-¿Qué dices, Harold?- ésta vez lo llamó por su nombre, aún así levantó una ceja, supongo yo que para no perder aquella simetría en la conversación.

El viejo, sentado en su oficina, se rascó su abultada masa de grasa, y se ajustó el cinturón. Miró unos papeles, y nosotros dos, permanecimos expectantes ante una posible negación.

-Acepto.- respondió porfín el interpelado.- Mañana grabas unos demos, y veremos que tanto talento es el que realmente tienes.

La cara se me iluminó, y de pronto comprendí de lo que hablaba David en su auto cuando veníamos camino a la ciudad, una vida llena de lujos, de chicas lindas, fama, fortuna. Todo lo que cualquier persona desearía. Entonces algo en mí me dijo que no soy cualquier persona, que soy especial, y por lo tanto, necesito a alguien especial.

-Debbie.- murmuré.
-¿Dijiste algo?- el señor Jenkins estaba extrañado por mi repentino cambio de ánimo.
-No.- afirmé con la cabeza gacha.

David continuó los planes de la grabación con Harold, solo para distraerme y sacar el tema de la discusión, aún así, mis ojos ardían en unas inevitables ganas de llorar por un pasado que tarde o temprano, debía asumir como algo que dejé atrás.
Nos despedimos muy calurosamente con el viejo y gordo hombre, para bajar de su oficina, ubicada en un piso 34 hasta el lobby. Espacioso y adornado por una enorme fuente rectangular erguida en un charco que reflejaban unas fuertes luces púrpuras.

-De noche, éste edificio es uno de los más hermosos de la ciudad.
-Así me lo imagino.- con los ojos como platos, mantuve la mirada en el tranquilo pero grácil movimiento del agua.

Luego de que subimos al auto del que se estaba transformando en mi amigo, me guió por distintas calles, algunas ya las recordaba, otras recién las conocía. Y por fin llegamos a un enorme edificio de departamentos.

-¿Te vas a quedar, o prefieres que yo elija dónde vivirás?- obviamente lo decía bromeando, una desición así tenía que estar en mis manos también.
-Espera David, ¿tú pagarás mi casa?
-No, sólo te prestaré el dinero, luego haremos un arreglo y mediante tu "sueldo", me lo irás devolviendo.
-Entiendo.

Pasamos dentro de las oficinas, y nos llamó una agente de bienes raíces.

-Mónica, ¿cómo estás cariño?- David la conocía. ¿Es que acaso conocía a todo el mundo en la ciudad?-

Le ofrecí la mano a la mujer, que parecía más joven de lo que sus ropas representaban, ya que vestía una larga falda gris, con unos tacones del siglo pasado, y una blusa que dejó de usarse en los 70, y que sin embargo, ella seguía usando.

-Jack Carlton.- le respondí cuando preguntó por mi nombre.- Es cé, a, erre, ele, té, ó, ene.
-Entiendo.- Me miró por encima de sus gafas.- ¿Usted era de?
-Hackensack, NJ.- le respondí casi al instante.

Por alguna razón me dolía decir ese nombre, como si algo en sus letras me hicieran querer vomitar una ensalada de palabras que debería olvidar, y que no obstante, no podía.
Los trámites terminaron más rapido de lo que pensé, y sólo se limitó a mostrarme el departamento, que sin duda, era mucho mejor de lo que lo imaginé. Algo pequeño, pero aún así acogedor, además sólo lo necesitaba para mí, aunque estaba perfectamente equipado con dos habitaciones, y sus respectivos baños, una amplia sala de estar que daba a un pasillo que conectaba a la cocina del tipo americana que tenía el bar hacia el comedor.

-Me encanta.- sonreí.- Es perfecto.
-Me alegro que te guste. Dentro de un par de semanas, será todo tuyo.

Perfecto. Porfín tendría un lugar completamente para mí, donde podría descansar todo lo que necesito descansar.
El día acabo plácidamente conmigo y David en un bar bebiendo unas cuantas copas para celebrar el éxito de nuestra decisión, y para dar buena cara a los buenos tiempos que se venían por delante.
Estaba tan cansado, que en el camino de vuelta a la habitación en la casa de David, mi cerebro no pensaba otra cosa que dar un paso tras otro para llegar a recostarme sobre la cama.
El sueño me consumió de inmediato, dejandome instantáneamente noqueado en el colchón que había probado la noche anterior.

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