Con la cara pegada al vidrio del Bentley gris de David, me concentraba en cada gota que chocaba en el parabrisas. Me dediqué a mirar por unos segundos hacia adelante, pensando en lo que me esperaba y solté un desanimado suspiro.
-Ánimo.- me dijo David.- Sé que ahora las cosas no se ven muy bien; entiendo que los cambios son difíciles, pero creéme que ésto será para mejor, y luego de unos meses, o incluso semanas, si las cosas salen como yo las espero, estarás disfrutando de la buena vida, y agradeciéndome por haberte traído conmigo.
-Espero que sea así.
-No lo esperes, creélo.
Volví a mi ensimismamiento, para mirar el cielo esta vez... y fue para peor. Se veía todo oscuro, metaforica y literalmente hablando. Mi confianza en esos momentos era nula... Demonios, ¿estoy llorando?
Disimuladamente me limpié las pequeñas gotas de sal que salieron de mis ojos, para cubrirme la cara con el antebrazo e intentar dormir.
A penas cerré mis ojos vi su cara, sonriéndome con esos labios perfectamente esculpidos en una cara tan maravillosamente armoniosa que cada vez que la veía y la sentía cerca mío, todo era mucho mejor. Esbosé una pequeña sonrisa mientras recordaba cada espectacular momento que pasamos juntos Debbie y yo.
Me pregunté reiteradas veces si debía tirar la manilla de la puerta del vehículo y arrojarme a la carretera para comenzar a correr todo el camino de vuelta a Hackensack, algo ridículo, pero en sueños, sonaba necesario.
¿Estaba realmente en el camino correcto? ¿Era realmente acertado dejar todo un pasado atrás por un futuro que ciertamente sería prominente?
Entre pregunta y pregunta, me dormí para sentir más tarde los brazos de David zaradeándome débilmente mientras musitaba:
-Jack. ¿quieres pasar al baño mientras lleno el tanque?
-A decir verdad, sí.- accedí.
La lluvia había cesado, pero un frío invernal me caló los huesos. El auto tenía la calefacción activada, así que la temperatura era increíblemente diferente. Solo me limité a correr dentro de la cafetería, y pedir por el baño.
-Tiene que consumir.- dijo la cajera.
-¿Qué?- dudé.
-Para entrar al baño...- continuó.- Debe consumir algo.
Puse mis ojos en blanco, para soltar algunas monedas y comprar un caramelo.
-¿Está bien con ésto?
-¿Está bromeando, o no?- la vendedora me levanto una ceja.
-Usted no me dijo un límite, ya he consumido, déjeme entrar al baño.- apretaba mi vejiga cuánto podía, pero no aguantaría mucho más.
-Pero, eso es mínimo.
-¡Déjame entrar al maldito baño o juro que te meo encima ahora mismo!- exclamé alterado.
La chica se asustó y me dejo pasar.
-Al fondo a la izquierda.- murmuró con la boca arqueada.
-Gracias.- le sonreí y corrí a donde me había indicado.
Empujé la puerta para notar que el baño era solo un toillet con un lavamanos... y estaba ocupado.
-Lo siento.- admití después de mirar como el hombre sentado frenté a mi se tapaba sus partes más íntimas.
-¡Idiota!- me gritó.
Continuó gritándome improperios a los que no tomé atención ya que alcancé a cerrar la puerta. Apretando las piernas y dando pequeños saltitos, miré que el baño de damas estaba vacío... me asomé al pasillo para ver si alguien notaba que me cambiaría de sexo solo por dos minutos.
Entré y solté todo para porfin librarme de litro y medio de agua retenida en mi sistema excretor. Para cuando salí, ya aliviado, estaba el chico que ví sentado en el servicio de hombres mirándome con una cara lo suficientemente vergonzosa como para seguir mirándola. Hice caso omiso y me dirigí inmediatamente al vehículo de David. Me esperaba adentro ya preparado para continuar; ésta vez me senté en el asiento delantero, junto a él.
-¿Porqué tardaste tanto?- se extrañó.
-Ni te imaginas.- sonreí ampliamente.
Continuamos por la misma eterna carretera, sin paisaje más que amplios bosques a los que, sinceramente, no me gustaba ver por temor a encontrarme con algún tipo de imagen pertubadora con la que lueog podría tener algún tipo de pesadillas.
Desde nuestra parada en la gasolinera, el viaje se hizo mucho más rápido, tanto, que cuando menos me lo esperé comencé a ver carteles que anunciaban nuestra llegada a la gran ciudad de Los Ángeles.
De a poco comencé a sentirme exitado y muy ansioso, incluso volví a masticar mis uñas, cuando hace años que no lo hacía. En cuanto vimos el primer gran edificio, David exclamó:
-Jack Carlton, bienvenido a California, bienvenido a la ciudad de Los Ángeles.
La frase salió tan recitada, como si llevara años esperando decir eso.
-Hace años que soñaba con decir eso.- sonrió.
-Se nota.- me reí.
De a poco me fue presentando distintas calles y algunos chismes sobre la ciudad, unos cinco minutos después me señaló una hermosa casa de concreto blanco ubicada en la colina. Era completamente contemporánea y muy espaciosa.
-Ahí nos quedaremos ésta noche.- admitió con un tono condescendiente.
-¿Es tuya?- me asombré.
-Sí.
Dimos un par de vueltas más antes de llegar a su hogar, para entrar por la izquierda a un enorme garage con bastantes autos cubiertos en mallas de lona. Me guío por distinos pasillos blancos decorados con murales variados pero siempre manteniendo el exquisito estilo contemporáneo, hasta que llegamos a una habitación lo suficientemente grande como para meter un jeep dentro. Estaba equipado con una cama, y tenía una disimulada salida a un balcón.
-Acá te quedas.- me empujó hacia adentro.- Buenas noches.
-Gracias.- aún estaba digiriendo que esa casa tan grande fuera de él.
Busqué entre mis cosas mi cepillo una toalla, y pasé, sin escarbar mucho en la habitación, directamente al baño. Me cepillé los dientes y tomé una ducha.
Relajadísimo, salí del baño con la toalla en la cintura y me dirigí al balcón, que a las dos de la mañana, ofrecía una monumental vista panorámica de la ciudad.
Con un sordo ruido de automóviles y clubes nocturnos, me recosté sobre una silla en el mini-mirador para quedarme pensando que ya comenzaba a vivir lo que David me había descrito en el viaje.
Aún así, el sentimiento de: "tengo que contarle de ésto a Debbie" todavía no abandonaba mi mente. La necesitaba. La amaba cerca mío. Me dormí recordando nuestro primer beso en la vacía plaza de Hackensack...
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