domingo, 9 de enero de 2011

Ocho.

El único consuelo que tenía, dentro de todo el dolor que sentí cuando llegué a Los Ángeles, era que para el día de mi cumpleaños, escuchara a Debbie, al menos por teléfono. La conocía, era orgullosa, pero no lo suficiente como para olvidar mi cumpleaños, y mucho menos dejarlo pasar como una fecha más.
El problema era que no me sentía listo para hablar con ella, después de ese abrazo con Víctor, sentí que le hice un daño enorme, y no sabía si ella se lo tomaría bien -porque tenía que contárselo-.
Además estaba la posibilidad -la excelente posibilidad- de que me visitara acá en Los Ángeles. El hecho de imaginarnos juntos otra vez, me hizo estremecerme.

-¿Estás bien?- David me sacó de mi ensimismamiento.- Te ves algo asustado.
-Estoy emocionado, sólo eso.- llevaba los ojos vendados. Dijo que no podría saber dónde nos dirigíamos.
-Te encantará tu sorpresa de cumpleaños.
-¿Otra más?- me sonreí.- En serio David, con la canción me basta y me sobra.
-Nada de eso, hay asuntos sin resolver que tenemos que arreglar.

El vehículo se detuvo.

-¿Llegamos?
-Claro, espera aquí dentro.- obedecí.

Oí como abría la puerta de su asiento; creí escuchar los pasos en el exterior, pero luego pensé que sería imposible con el ruido del interminable ajetreo de la ciudad. La puerta de mi puesto se abrió y sentí como tomó mi brazo y me arrastró afuera.
Con sus dos manos sobre mis hombros me guío por lo que parecía ser una vereda. Ningún problema, seguíamos en la ciudad. Escuché el abrir de una puerta automática, y el mudo sonido del interior de una habitación espaciosa.

-Hol...- una voz femenina muy familiar se detuvo en seco cuando David la chiteó.
-Descubrirá dónde está.- afirmó.

Esa voz la había escuchado antes, pero, dónde...
Mi memoria repetía una y otra vez la pequeña palabra pronunciada por la chica; intentando deducir en qué lugar estaba, no noté que habíamos ingresado a un ascensor, hasta que sentí el apagado cosquilleo en mi estómago. Estábamos subiendo.
El ascensor se detuvo, y al parecer entró alguien más.

-¿Baja?
-No, vamos al piso veintidós.- dijo David.

Soltó una de sus manos de mi hombro y se la pegó en su boca, escuché la palmada en su cara. Aunque eso no importaba, ya sabía exactamente adónde nos dirigíamos, y de inmediato comencé a atar cabos sueltos, para finalmente corroborar mi teoría.

-Demonios, se me salió. ¡Lo arruiné todo!- mi compañero estaba enojado.

Tomé la corbata que cubría mis ojos, y la quité para verme en el conocido ascensor del edificio dónde estaba el apartamento que había comprado hace unas semanas. La voz de la chica, era la voz de Karen, la recepcionista que coqueteó conmigo cuando visitamos el departamento, por eso se me hacía tan conocida.

-¿Cómo fue que te lo entregaron tan rápido?- le dije una vez que se calmó por su fallido intento de sorprenderme.
-Tengo mis contactos.- sonrió.
-Increíble.- admití cuando sonó el pequeño timbre que avisaba que habíamos llegado al piso veintidós.

David sacó de su bolsillo trasero un llavero y lo alargó hacia la puerta que daba justo frente al elevador.

-Bienvenido a tu nuevo hogar.- empujó.
-¡Genial!- abrí mis ojos como platos.

Me sorprendió con la noticia de que se lo entregaron antes, pero ésto era mucho mejor. Estaba amueblado, con el mobiliario que había escogido yo el día que me desmayé.

-¡Eres increíble hombre!- le golpeé el hombro.
-Ven acá.- me abrazó, y respondí su abrazo.- te echaré de menos en mi casa, hermano.
-Yo también te extrañaré. Fue agradable compartir este tiempo juntos.
-Lo fue.- sonrió cómodamente.
-Es el mejor regalo que podría haber recibido David, en serio, gracias.
-No tienes por qué.- me golpeó el hombro, al igual que yo a él antes.

Me estiré en el agradable y suave sofá verde y suspiré sonoramente. Entonces recordé sobre la llamada de Debbie, y su posible, pero poco probable, visita.

-Tengo que comprar ropa.- me incorporé de golpe.- Aunque no tengo dinero.- me detuve en seco en la puerta.
-De eso no te preocupes.- David llamó mi atención sacando de su billetera una tarjeta de crédito plateada.
-¡Güau!- miré el pedazo de plástico como un tesoro invaluable.- ¿Platino?
-Obvio, ¿qué crees que andaría con cualquier "tarjetucha" comprándote ropa?
-Tu si que estás lleno de sorpresas.

David rió y me acompañó a la puerta.
Fuimos a las tiendas más caras de Beverly Hills, y vimos ropa carísima. Aún así, nos decidimos por un conjunto Gucci azul marino de tela exquisita.

-Eso usarás hoy en la noche.
-¿Me llevarás a algún lado?
-Por supuesto que te llevaré a algún lado. Conseguiremos descuentos por tu cumpleaños, no es que necesite descuentos, pero tómalo como otro regalo.
-¡Más regalos!- puse mis ojos en blanco.
-Claro, quiero que mi artista siga luciéndose con sus singles como lo has hecho.
-Para eso no necesito regalos, David.
-Claro que no.

Al llegar a su casa, recogí mis pocas pertenencias para volver a ponerlas en mi maleta, y luego nos dirigimos de vuelta a mi departamento. Demonios, que bien suena eso. Mi departamento.
Al fin estoy haciéndome una vida; independiente, y solte.... no, soltero no.
Mi ánimo cayó cuando íbamos en el auto camino a mi departamento, como siempre, David lo notó.

-¿Sucede algo malo?- guardé silencio unos segundos.
-Debbie...- David cambió su cara de inmediato al escuchar ese nombre.- Debbie no me ha llamado; fui bastante estúpido al imaginar que vendría a Los Ángeles. Pero no puede ser tan orgullosa como para olvidar mi cumpleaños. Es decir, que lo haga por los 4 años de noviazgo al menos.

David al parece no sabía que decir. Sólo se limitó a susurrar:

-Mujeres.

Una vez en mi departamento, las cosas cambiaron, comenzaron a sentirse mejor. Oí a David hablando con algunas personas, citándolas en su casa para una pequeña reunión por mi cumpleaños.
Yo, por mi parte, tomé una ducha y luego me vestí con la ropa que habíamos comprado esa tarde. Las cosas irían mejor ahora... ahora que por fin comprobé que Debbie ya no sentía nada por mí. Que se pudra; a mi nadie me hace ésto. Hasta mi hermana logró llamarme mientras comprábamos ropa, y ella, que es la supuesta mujer de mi vida, ¿no lo hace?
Al carajo nuestra relación, estoy soltero, y ésta noche, tendré sexo con alguien; estoy seguro de eso.
Salí bastante cabreado de mi habitación, así que David no hizo ningún comentario cuando, por segunda vez en el día, volvíamos a su casa; aunque esta vez, para celebrar mi cumpleaños.
La música comenzó a sonar a las doce de la noche. El DJ se había retrasado según mi amigo, no obstante, me divertí mucho conociendo algunas chicas que David me presentó.
Una vez que el búm-búm de una canción electrónica me calaba los tímpanos me dejé llevar por el momento. Carpe nóctem.
Mi cuello se balanceaba al compás de la canción, y no bailaba con nadie en especial. Sólo conmigo mismo.
Me acerqué al bar a pedir una copa; hace bastante tiempo que no probaba el alcohol. Me encantó tanto la sensación que pedí otra copa, y otra, y otra.
No tenía idea de lo que bebía, pero era delicioso, revitalizante.
Le pedí al barman la botella completa, y al principio se negó; luego le dije que era el cumpleañero, pero no me creyó, de modo que tuve que cantarle al oído, y así solo me entregó la botella.
Una vez que tenía el alargado frasco de vidrio en mis manos, bebí, y bebí, porque aliviaba mi rabia. Se sentía excelente el calor que me entregaba el licor.
Permití que mi cuerpo se moviera solo, y cada uno de mis músculos respondía al sonido de mis oídos.
Estaba tan ensimismado en ese momento que choqué con alguien. Fue entonces cuando todo se calmó.

-Jack, te ves muy mal; ¿te acompaño a tomar algo de aire?- me dijo al oído.
-Claro.- dije hipnotizado por sus ojos.

Me tomó por el brazó y me guío por los diversos pasillos de la mansión de David, hasta que llegamos a mi antigua habitación, y por consiguiente, al mini-mirador.
Estaba ebrio, demasiado ebrio, y necesitaba consuelo; alguien con quien hablar. No me negaría a ésta posibilidad.

-No sabía que David te invitaría.- le dije.
-Somos amigos cercanos, siempre que David tiene algún problema, yo voy y lo atiendo.
-Genial.

Tragué algo de flema y el sonido fue asqueroso, aunque peor fue el sabor. De la vergüenza, me volteé a la vista de la enorme ciudad de ángeles.

-Te vi hablándole al oído a ese chico.- admitió con recelo.

Sólo hasta ese instante analicé que desde otra perspectiva, esa imagen debió ser lo bastante homosexual como para que todos ahora en la fiesta estuvieran hablando de ello.

-No, no es así.- me reí.
-Jack, desde que te conozco que sé que eres gay. No te preocupes, a mi no me molesta.
-No entiendes.- hablaba con dificultad.- Yo le estaba cantando.

Ok, eso sonó peor. Ambos reímos.

-Quería la botella de vodka, y no quería dármela. Le dije que era el que estaba de cumpleaños, y no me creyó, así que se lo demostré cantándole.
-¿Hiciste algo completamente homo, por alcohol?
-Tengo necesidades.- tomé un gran sorbo de licor, haciendo un desagradable sonido.
-Me doy cuenta.- me arrancó la botella de las manos, y la lanzó por encima de la baranda del mini-mirador.
-¿¡Qué haces!? Idiota.- me abalancé sobre él para golpearlo. Tomó mis muñecas y las apretó tan fuertes que mis piernas flaquearon. Sentí unas enormes ganas de besarlo, pero eso no sería correcto.
-Calma.- sonrió.
-No se vale si yo estoy ebrio. Cuando esté con mis cinco sentidos dispuestos, te patearé el trasero.
-Mírame temblar.- se carcajeó.

Suspiré y volví a mirar la urbe. Él me imitó.

-¿Sabes?- rompí el silencio.- Hoy debía haberme llamado Debbie, pero no lo hizo.
-Mujeres.- dijo con el mismo tono que David más temprano. Tomó un gran respiro y añadió.- por eso yo no confío en ellas, y mucho menos me gustan.

Un momento, ¿acaba de decir que no le gustan las mujeres?
Me miraba de reojo, con un imperceptible brillo en sus ojos. Estaba ebrio, y necesitaba cariño. Al carajo con todo. Lo deseaba, así que solo me deje llevar por mis instintos y me acerqué a besar sus labios.
Con cada movimiento soltaba un exquisito efluvio que me hacía desearlo más y más. Su saliva sabía a algo que jamás había probado, pero era de sabor aún más increíble que el alcohol que me envenenaba la sangre en ese momento.
Tomé violentamente su cara y sentí su cabello pasar por entre mis dedos. Me arrastró hacia la cama y sin despegar nuestros rostros en ningún momento me hizo sentir como nunca antes había sentido.
Por primera vez en mi vida no necesitaba a Debbie, ni ninguna otra cosa. Ésto era algo completamente nuevo, algo que requería, pero que no sabía que existía. Víctor me hizo sentir vivo, extasiado, y por sobre todo, amado.

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